«Hace mucho tiempo, en un país lejano, un rey muy sabio colocó una gran roca obstaculizando el camino que daba hasta su reino. Luego de eso se escondió entre los arbustos para ver si alguien quitaba la tremenda roca.
Algunos de los comerciantes más adinerados del país y cortesanos que atravesaban diariamente ese sendero, simplemente dieron una vuelta alrededor de la roca, blasfemando y culpando en voz alta al rey por no mantener los caminos despejados; pero ninguno hizo nada para retirar la gran piedra del camino.
Más tarde pasó un humilde campesino con su carreta cargada de verduras. Al acercarse y ver la roca, desató a sus caballos de la carreta para amarrarla a la roca y moverla hacia un lado del camino. Juntos –él y sus caballos– tiraron varias veces, y después de mucho esfuerzo la roca por fin logró moverse, dejando libre el camino.
Mientras volvía a amarrar sus caballos a la carreta, se dio cuenta que justo donde estaba la roca, había una gran bolsa. Cuando se acercó y la abrió, fue tal su asombro y emoción que no podía dejar de sonreír. La bolsa estaba atiborrada de monedas de oro y una nota escrita por el mismo rey, donde indicaba que el oro era la recompensa para la persona que, sin más, removiera la piedra del camino.
El campesino aprendió ese día que cada obstáculo siempre será una gran oportunidad».
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Autor anónimo.