«En un pueblo lejano, había un hombre muy sabio. Todos los días la gente lo visitaba para desahogarse y contarle una y otra vez sus mismos problemas.
En una ocasión con todos reunidos a su alrededor, el sabio decidió contarles una broma. Los presentes rieron a carcajadas. Después de unos minutos, les contó el mismo chiste y solo unos pocos sonrieron. Luego contó el mismo chiste por tercera vez, pero ya a nadie le causaba gracia. El sabio sonrió y dijo:
–No se puede reír de la misma broma una y otra vez, ¿cierto? ¿Entonces por qué siempre lloras por el mismo problema?»
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Autor anónimo.